Historia de un pobre hombre

TÍTULO ORIGINAL Romanzo di un giovane povero

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Director: Ettore Scola. Guión: Ettore Scola, Silvia Scola y Giacomo Scarpelli. Intérpretes: Rolando Ravello, Alberto Sordi, Isabella Ferrari, André Dussolier. 103 min. Jóvenes-adultos.

Desde hace años, Ettore Scola (La familia, Che ora é?, El viaje del Capitán Fracassa) viene realizando una película anual, que llega con más o menos retraso a las diversas pantallas europeas. Son films de géneros distintos y entidades variables, pero siempre con el sello de calidad del veterano cineasta italiano. Ahora le ha tocado el turno a Historia de un pobre hombre, singular tragicomedia realista con la que Alberto Sordi ganó el Premio al mejor actor en el Festival de Venecia de 1995.

Vicenzo (Rolando Ravello), un joven y apático profesor de literatura en paro, malvive con su posesiva madre viuda. Su amargada existencia parece dar un giro cuando se hace amigo de un anciano charlatán y mujeriego (Alberto Sordi), casado con una gorda e inaguantable ex corista. Cierta noche, el viejo propone a Vicenzo que mate a su mujer a cambio de una fuerte suma de dinero. Desde entonces, todo se hace muy confuso y la renovada felicidad de Vicenzo -que ha encontrado un modesto trabajo y ha recuperado el amor de su novia de siempre- se transforma en una angustiosa pesadilla.

Desde el punto de vista formal, sorprende la versatilidad de Scola para integrar en su puesta en escena los elementos más variopintos. Arranca en clave neorrealista; luego salta al esperpento y al cine negro clásico; y concluye con un cóctel de todo lo anterior, aderezado con impactantes flash-backs al estilo del moderno cine policiaco made in USA. A veces, estos cambios de registro resultan excesivos, de modo que el tono del film pierde coherencia y su discurso dramático se ve interrumpido por el puro ejercicio de estilo. Salvan un poco esos momentos caóticos las magníficas interpretaciones de todo el reparto.

Como todas las películas de Scola -infatigable militante comunista-, Historia de un pobre hombre plantea profundas cuestiones sociales y éticas. En un nivel superficial, denuncia la cruel marginación que sufren los jóvenes parados y los viejos abandonados, y arremete certeramente contra el arrinconamiento de las humanidades en la pragmática y televisiva sociedad postmoderna.

Pero, en el fondo, Scola indaga sobre todo en las raíces de la soledad y de la apatía vital, incluso frente a la injusticia manifiesta. En este sentido, ofrece reflexiones interesantes sobre los efectos del paso del tiempo en el amor y la amistad. Pero al final, Scola acaba por instalarse en un perezoso pesimismo sobre la condición humana, cargado de cinismo a pesar de que él manifieste que «el pesimismo es progresista, ya que mueve al cambio». No parece demostrar este axioma la triste resolución del film, que evidencia la falta de hondura y trascendencia de la antropología que ofrece Scola.

Jerónimo José Martín

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