Pienso que no hay filmografía española más pegada a la pandemia que estamos viviendo que la de los hermanos David y Àlex Pastor. Se estrenaron con Infectados (cinta protagonizada por un virus) y se consolidaron con Los últimos días, que también contaba una brutal epidemia. Estrenan ahora Hogar que, tranquilos, no habla sobre la cuarentena, sino sobre la obsesión de un publicista en horas bajas que quiere recobrar su casa como sea.
En sus dos primeras películas, esta pareja de guionistas y directores sorprendieron por una notable madurez en el modo de rodar y un sabio manejo de la atmósfera. Pero, en ambos casos, dejaron también ver las costuras de unos guiones poco consistentes, unas historias y personajes apenas hilvanados que terminaban diluidos en mitad de una acción resultona pero, al fin y al cabo, vacua.
En Hogar podemos ver exactamente el mismo problema. La película cuenta con un buen punto de arranque, no excesivamente original, pero inquietante. Hay un protagonista muy solvente (Javier Gutiérrez, que sigue sumando personajes turbadores), unos secundarios más que correctos (mejor Bruna Cusí que Mario Casas), un muy buen nivel de producción y una más que conseguida atmósfera de misterio y thriller psicológico… Pero falta el andamiaje, falta guion, falta construcción de personajes y falta trabajo de escritura. Y, sin eso, lo que va ocurriendo en la pantalla deja una sensación de capricho y artificiosidad bastante decepcionante.
No sabemos por qué los personajes actúan de esa forma y las pocas explicaciones vienen a través de líneas de diálogo imposibles por su evanescencia. Lo que se cuenta es, aparentemente, espeluznante (la película es muy oscura en algunos momentos), pero la escasez de narrativa, de coherencia, convierte lo trágico en truco de manos. En un divertimento negro que tarda muy poco en olvidarse.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta