Un pueblecito de Alabama de mayoría negra, en 1950. Tyrone regenta un local donde se interpreta blues, pero el lugar está de capa caída. El panorama podría cambiar con la actuación prevista para el sábado del famoso guitarrista Guitar Sam. Contar con ese personaje ha supuesto para Tyrone mirar de frente a su pasado, cuando él, pianista, tuvo una reyerta precisamente con un intérprete de guitarra.
John Sayles desenreda poco a poco su madeja argumental, presentando a la mujer de Tyrone, a la que acogió en circunstancias difíciles cuando vino a él con un bebé, ahora ya una mujercita de 17 años; a su socio en el local; a la anciana cantante; a un misterioso guitarrista ciego, personaje tomado del folklore sureño; el joven guitarrista que busca un lugar donde tocar; dos niños que tocan sólo con la imaginación y enmarcan la película; el sheriff con sus actitudes prepotentes y racistas; el tipo que quiere cobrar una deuda…
Película sencilla y agradable, pero prolongada en exceso. Sayles se toma su tiempo para crear una atmósfera amable, donde las aristas son conscientemente suavizadas. Hay humor y sentimientos suavemente esbozados -el sheriff que anhela el pollo que prepara la esposa de Tyrone; las inquietudes espirituales de ésta; la broma del jefe de estación, que cuando le comentan que Armony es un buen nombre para un pueblo con músicos, replica que su única estancia en la cárcel fue en un pueblo llamado Liberty…-, un agradable optimismo, buena música… El reparto está bien conjuntado, y quizá sólo le pesa, valga la paradoja, su excesiva levedad.