La tercera entrega de las aventuras de animales durante una era glacial es una película muy amena y espectacular, con situaciones muy graciosas, aunque -como es lógico- no es nada novedosa. El guión es hábil, más hilado y sugerente que el de la segunda parte, con un ingenioso recurso a los dinosaurios que, en principio, se habían extinguido por la glaciación. La ardilla Scrat sigue detrás de la bellota; los mamuts Manny y Ellie se preparan a ser padres primerizos; Diego, el tigre Dientes de Sable, tiene una crisis de identidad; y, en fin, Sid el perezoso sigue siendo un imán para los problemas, que llegarán en forma de… dinosaurios.
La historia -que tiene unas sorpresas muy bien diseñadas- es un tobogán por el que discurren emocionantes aventuras con un envidiable sentido del ritmo. La animación es excelente, brillando por encima del resto el inteligente e imaginativo diseño de los escenarios en los que discurren secuencias de acción de un gran dinamismo, que podrán disfrutarse en versión normal o en 3D. En el haber del brasileño Saldahna ocupa un lugar especial un simpático personaje, la comadreja Buck, que despliega una vitalidad desbordante y un pundonor lleno de salero. Buck se convierte en un detonante estupendo que evita que la película se estanque. En suma, un refrescante divertimento que siendo claramente inferior en calidad a las magistrales películas de Pixar y del japonés Miyazaki, tiene un acabado magnífico. Los estudios Blue Sky tienen pendiente demostrar que hay vida (animada) más allá de los animales parlanchines.