El mundo actual, con una “pequeña” diferencia: las personas no mienten. Lo que no significa que sean buenas. En tal tesitura Mark es un cuarentón, enamorado de Anna, quien no le toma en serio. Y en un apuro, dice la primera mentira de la historia. Será el único capaz de no decir la verdad.
La premisa de este irregular film del tándem Ricky Gervais-Matthew Robinson tiene gracia, y da pie a escenas hilarantes, al estilo de Atrapado en el tiempo, donde también el protagonista duda sobre cómo emplear su “don”. Así, tiene claro que no puede mentir en el amor, se trata de algo demasiado valioso para trampear.
En cambio, una mentira “piadosa” -decir a su madre en el lecho de muerte que le espera una feliz vida eterna- no es problemática. El protagonista, como un Moisés, contará ocurrencias sobre el bien y el mal, supuestamente comunicadas por “El hombre del cielo”. Aquí el film adopta una línea tipo Como Dios, pero late una idea discutible, por mucho que se invoque el tono de comedia disparatada: la religión es mentira, un invento para consolarse ante la nada a la que estamos abocados. Tal enfoque “seudoteológico”, y algunas bromas verbales sobre sexo, perjudican a un film que podía ser, sin más, una fabulilla divertida.