Estados Unidos, a finales del siglo XIX. Un jovencísimo Edgar Rice Burroughs se hace cargo de la herencia de su tío John Carter. Y, a través de su diario secreto, conoce la alucinante odisea de este exoficial sudista, veterano de la Guerra de Secesión, que fue inexplicablemente transportado al planeta Barsoom (Marte). Allí, Carter se vio envuelto en una guerra entre tribus guerreras y extraños seres salvajes, al lado del noble Tars Tarkas y la bella princesa Dejah Thoris, que combaten contra el tiránico Matai Shang. La accidental participación de Carter resultará decisiva.
Una de las estrellas de Pixar, el guionista y director Andrew Stanton –máximo responsable de WALL•E– sigue los pasos de su colega Brad Bird –que acaba de dirigir Misión: Imposible – Protocolo Fantasma–, y da el salto al cine de acción real con John Carter. Se trata de una ambiciosa adaptación de La princesa de Marte, la novela con que Edgar Rice Burroughs –el creador de Tarzán– iniciara en 1911 su saga marciana, que tanto ha influido en la fantasía y la ciencia-ficción contemporáneas. En concreto, sus diez libros fueron referentes directos de toda la serie Star Wars, de George Lucas, y de Avatar, de James Cameron.
Como era de esperar, hay numerosos ecos de otras producciones en John Carter, que Stanton inicia con un sugestivo prólogo en el que rinde homenaje al western y al cine gótico de intriga. Después, el cineasta de Boston se sumerge de lleno en una épica aventura de fantasía heroica, muy entretenida en su cóctel de batallas, romances y golpes de humor, y resuelta con impactantes efectos estereoscópicos, una exótica ambientación y excelentes animaciones digitales. Ciertamente, con menos metraje, más claridad narrativa y un protagonista más carismático –Taylor Kitsch resulta un poco soso–, el conjunto habría mejorado sustancialmente. Pero, tal y como está, resulta una notable película de género, con tono familiar y exaltación del amor, la amistad y la libertad.