Director: Neil Jordan. Intérpretes: Stephen Rea, Jaye Davidson, Forest Whitaker.
Al hacerse públicas las candidaturas a los Oscar de este año, más de uno se sorprendería al ver que Juego de lágrimas, una película hecha al margen de los grandes estudios, ostentaba seis. Al final se haría con una estatuilla, la de mejor guión original. Sin duda, una de las grandes bazas de la película es la solidez de su armazón narrativo, lo bien contados que están determinados aspectos de la historia, la habilidad con que se sitúan sus numerosos puntos de giro.
Un sargento británico negro (Forest Whitaker), destinado a Irlanda del Norte, es secuestrado por un comando del IRA. Su pretensión es canjearlo por un compañero que está entre rejas, o si no, matarlo. Fergus (Stephen Rea), uno de los terroristas, es el típico pobre diablo con un fondo bueno. Esto lo detecta el secuestrado, que se lo hace saber a Fergus a través de la fábula de la rana y el escorpión, comparación que ya utilizó Orson Welles en Mr. Arkadin. Poco a poco se estrechan las relaciones entre ambos. Ante la eventualidad de un trágico desenlace en el secuestro, el sargento pide a Fergus que cuide de Dil (Jaye Davidson), una muchacha negra que le espera en Londres.
No se trata de un film político; igual que aparece el IRA, podía estar presente ETA o Sendero Luminoso. Pero la presencia de un comando terrorista constituye un buen marco dramático para desarrollar la vida y las relaciones peligrosas de Fergus, un hombre bueno. El trazo de la amistad entre los dos hombres resulta creíble, y nada tiene que ver con un posible síndrome de Estocolmo. Es muy buena la sobria composición que hace Stephen Rea de su personaje. Una buena dirección de actores hace que todos estén en su sitio. Destacan igualmente la fotografía y el montaje, sobre todo en la escena del paseo en el bosque, a la que se ha imprimido un aura de irrealidad.
La película incluye una sorpresa. Aunque para el conocedor de la filmografía del director irlandés, sobre todo de su producción no americana, quizá no haya motivo de asombro. Antes adoptó el cuento de Caperucita roja en clave sexual -En compañía de lobos-, reflejó la prostitución -Mona Lisa-, mostró el enamoramiento entre dos personas que al final resultaban ser madre e hijo -Amor a una extraña-. El erotismo está también presente en algunas escenas de Juego de lágrimas, en el que Jordan aborda esta vez la homosexualidad. Ésta no deja de mostrarse como una desviación de lo natural. Pero la actitud comprensiva hacia los individuos que la padecen lleva a Jordan, de modo implícito, a considerar las relaciones homosexuales como admisibles.
José María Aresté