Julia, una ejecutiva alcohólica y de vida desastrada, se mezcla en el secuestro de un niño y traspasa la frontera mexicana en un chapucero intento de sacar provecho económico de una situación repulsiva.
Casi diez años ha tardado el interesante director francés Erick Zonca (El pequeño ladrón, La vida soñada de los ángeles) en estrenar una nueva película, y lo que nos entrega es un abrumador relato de 144 minutos que podrían haber sido 70 y muchas gracias.
Tópica y pretenciosa hasta decir basta, su redundante guión -parecido al de Fargo pero sin policía embarazada- provoca rubor, entre otros motivos, por su populachero e injusto retrato de México, que alcanza un momento verdaderamente delirante -solo al alcance de un europeo con tiempo libre, tarjeta VISA oro y muchas tonterías en la cabeza- en una secuencia que tiene lugar en Tijuana, en la casa de un mexicano pegajoso que revolotea alrededor de los “turistas” norteamericanos.
La londinense Tilda Swinton (Michael Clayton) asume un protagonismo sencillamente abrumador y su trabajo es muy profesional, pero lo que se nos cuenta tiene tan poquito interés… Por otra parte -aviso a los audaces navegantes-, hay que tener mucho estómago para soportar el cruel maltrato a una pobre criatura que la película ofrece en versión extendida y, a mi modo de ver, de un modo bastante gratuito y poco serio, casi usando las maneras de la telebasura.
En fin, cuando termina la película, con un final que es lo mejor desde el punto de vista cinematográfico, crece el convencimiento de que Zonca y sus bisoños compañeros de escritura no tienen capacidad para contar una historia así.