En una pequeña población costera británica, Duncan, un bloguero cuarentón satisfecho, vive por y para su ídolo, un rockero norteamericano llamado Tucker Crowe, que desapareció inesperadamente hace veinte años, en pleno apogeo. La pareja de Duncan, Annie, que se había resignado a llevar junto a él una vida monótona y anodina, empieza a tener dudas sobre su futuro por la cuestión de los hijos. Casualmente, ella conoce a Tucker Crowe e inician una correspondencia que cambiará sus vidas y las de todos sus allegados.
El director Jesse Peretz adora los clásicos de la música moderna y el vinilo, y estos temas son los que generan los mejores momentos de esta película. El resto se desarrolla sin problemas, sin defectos, pero sin emoción, prueba de que una comedia de enredo, por su difícil equilibrio, no se adapta bien al lenguaje políticamente correcto: Annie tiene una alocada hermana menor lesbiana; Tucker Crowe tiene numerosos hijos de diversas relaciones, que a su vez tienen diversos grados de desarreglo…; demasiados temas, demasiado serios para una comedia, a menos que fuera disparatada y no de corte clásico.
La interpretación de Rose Byrne es magnífica; su personaje parece estar hecho a su medida. Los papeles masculinos, también signo de estos tiempos, no son tan lucidos: Duncan, buena creación de Chris O’Dowd, resulta un pobre hombre, mientras que Tucker, a quien da vida –y mucha– Ethan Hawke, es un impresentable que solo al final hace un esfuerzo por mejorar.
En definitiva, una comedia agradable que merece la pena por la interpretación de la protagonista, y que tiene algunos momentos memorables centrados en la música.