La fórmula del postmodernismo kitsch -por llamarlo de algún modo- ha llegado a su punto de saturación. Se puede conceder que le ha salido alguna escena graciosa al modo de Mujeres al borde de un ataque de nervios, unas pocas situaciones desmesuradas, brillantes, al modo de Tacones lejanos o de Átame. Pero ya no da más de sí: ni ha sabido ver ni decir mejor, sino peor.
El guión parece mal trabajado, perdido… En un precipitado intento de atraer sin saber cómo, acumula ordinarieces y vulgaridades; y lo viste todo de lujo, como si hubiera olvidado que «aunque la mona…». Alguien dijo con acierto que la otra cara de la superficialidad es la desesperación: se le ha agotado a Almodóvar la falsa risa.
Pedro Antonio Urbina