Un grupo de científicos suecos investigaron en 1950 los movimientos de las amas de casa en la cocina; el objetivo era descubrir nuevas distribuciones y electrodomésticos que ahorraran desplazamientos y trabajo; en definitiva, inventar la cocina del futuro. A partir de este hecho real, el realizador noruego de 49 años Bent Hamer introduce en «Kitchen Stories» la ficción de un nuevo estudio: en este caso, se trata de enviar a un grupo de observadores a una aldea de Noruega para examinar el comportamiento de los hombres solteros en sus cocinas. Las reglas del experimento deben seguirse a rajatabla: los observadores vigilarán a sus voluntarias «víctimas» desde una silla alta, anotarán hasta el más mínimo movimiento y no entablarán con él ningún tipo de relación. Esta última condición no supone un problema para Isak, un maduro y endurecido soltero, que se inscribe por error en el proyecto y está firmemente decidido a que Folke, su observador, fracase.
Hamer parte de una simple anécdota para montar una pequeña joya de cine muy humano: emotivo, profundo y divertido, muy divertido.
Sin grandes alardes y con una estética y un ritmo narrativo que recuerdan mucho a «Un hombre sin pasado» de Aki Kaurismäki, va mostrando la evolución de dos hombres solitarios, con unas vidas aparentemente grises y que, sin embargo, se descubren llenas de matices cuando comienzan a relacionarse.
Una de las mayores riquezas del filme es que permite una multitud de lecturas; es una abierta crítica al positivismo y al conductismo, muy presentes a mediados del siglo pasado, pero fácilmente reconocibles en otras realidades más cercanas en el tiempo como el auge de los «reality shows»; es un conmovedor retrato de la amistad, en este caso masculina; es una irónica mirada sobre las diferencias entre dos países nórdicos -Suecia y Noruega- y es, sobre todo, un elogio a la comunicación, entendida como el verdadero y único modo de involucrarse en la vida de los demás. A Isak y a Folke la vida les cambia cuando -salvando las dificultades del protocolo de investigación- empiezan a preocuparse no por lo que el otro hace sino por lo que el otro piensa y siente, por lo que el otro es.
Escasos pero brillantes diálogos, magistrales interpretaciones, acertada música, tan discreta como oportuna, y un fino e inteligente sentido del humor llenan esta cálida película nórdica.
Ana Sánchez de la Nieta