No he visto la premiada Vacas, primer film de Medem; así que no sé si baja o sube con La ardilla roja. Pero sé que La ardilla roja no está en un árbol, sino muy bajo tierra. Se esperaría una obra fresca y lozana de un director de 35 años, y es marchita. En vez de presentar la sana apetencia de las parejas, muestra otra cosa, retorcida y sucia.
A Medem se le ve cierta soltura narrativa, una manera cinematográfica con aliento, y a veces gracia; otras es pretencioso con sus símbolos -la turbia agua del pantano, las olas en la noche muriendo en la arena- que no indican nada… Falta unidad entre su costumbrismo tradicional y su liberación, que no es sino una triste porquería.
Pedro Antonio Urbina