En 1973, más de 90 millones de espectadores vieron el partido de tenis entre la campeona mundial femenina Billie Jean King, de 29 años, y el ex campeón masculino Bobby Riggs, de 55. Un partido que tenía, como trasfondo sociopolítico, la lucha por la igualdad social y salarial entre hombres y mujeres. Por este motivo, se conoció al partido como “la batalla de los sexos”.
Los directores de Little Miss Sunshine recrean un enfrentamiento muy jugoso entre dos personas de indudable carisma en una época socialmente convulsa. Por otra parte, la película refleja también las complejas situaciones vitales de sus protagonistas: Bobby Riggs trata de salvar su matrimonio y Billie Jean King comienza una relación con su peluquera a pesar de estar casada.
En La batalla de los sexos hay “dos películas” que funcionan de manera muy distinta. La historia del partido –la importante– va como un tiro. Hay ritmo, discurso, acierto en los diálogos y química entre los protagonistas. Se nota, además, el trabajo de dos magníficos actores –Stone y Carell– para entender bien a sus personajes.
La historia del lesbianismo de Billie Jean King, a pesar de ser cierta, resulta bastante inverosímil, quizás porque está contada de una forma acelerada, muy parcial (la relación terminó años más tarde de una forma muy dramática) e innecesariamente explícita. Por otra parte, la defensa del discurso LGTB –que es una causa en la que Billie Jean King no militó hasta 25 años después– hace que pierda fuerza el verdadero motivo que llevó a la joven tenista a enfrentarse con Bobby Riggs: demostrar que las mujeres no eran seres inferiores a los hombres.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
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