Director: P.J. Hogan. Guión: Ron Bass. Intérpretes: Julia Roberts, Dermot Mulroney, Cameron Diaz, Rupert Everett, Philip Bosco, M. Emmet Walsh. 102 min. Jóvenes.Festival de San Sebastián 1997, Sección Oficial (fuera de concurso). Inauguración.
El australiano P.J. Hogan despuntó hace unos años fuera de su país gracias a la acidez que rezumaba La boda de Muriel. Ahora hace su primera película norteamericana, también comedia, más optimista y decididamente romántica. No en vano le acompañan en la aventura Jerry Zucker (director de Ghost y El primer caballero) como productor y Ron Bass (que escribió Rain Man) como guionista.
Una joven escritora, Julianne, y Michael, amigos de toda la vida, prometieron casarse si no encontraban su media naranja antes de los 28 años. Llegado ese momento, ella recibe la llamada de él, que le anuncia su inminente boda con Kimmy, y su deseo de que asista. Destrozada por la noticia, Julianne decide recurrir a todas las artimañas imaginables para deshacer el compromiso, y convertirse ella en la novia. Para lograrlo cuenta con la ayuda y consejo de George, su amigo y editor, que es homosexual.
La historia bebe en las aguas de la comedia clásica norteamericana. Es cierto que el film a veces se empantana; pero es tal la añoranza entre el público de una comedia como Dios manda, que no es de extrañar el éxito de este film. La cuidada puesta en escena -con divertidas situaciones de enredo, un hábil aprovechamiento de artilugios modernos como el teléfono móvil y el karaoke, y un final arriesgado- ofrece un balance claramente positivo.
Ayuda al film una estupenda galería de actores. Julia Roberts está encantadoramente maliciosa en un trasunto de Katherine Hepburn. Cameron Díaz aguanta bien su difícil papel de chica buena. Más problemas tiene Dermot Mulroney, aunque hay que reconocer que su personaje no se presta al lucimiento. Sí se luce en cambio Rupert Everett, especie de Pepito Grillo o conciencia de Julianne, a la que aconseja que se deje guiar por el amor sin trucos sucios, y que está en la línea de lo que ya parece costumbre en cierto cine actual: presentar personajes homosexuales amables al espectador, que ayuden a que esa tendencia sea considerada normal.
José María Aresté