A pesar de que casi todas mantienen un nivel aceptable, las diversas adaptaciones cinematográficas de las novelas de Arturo Pérez-Reverte suelen decepcionar tanto a los lectores como a los buenos aficionados al cine. La carta esférica no cambia esa tendencia. El realizador vasco Imanol Uribe (Días contados, El rey pasmado, Extraños, El viaje de Carol) adapta la novela homónima, que Pérez-Reverte publicó en 2000 (ver reseña).
Su trama se centra en la búsqueda del Dei Gloria, un bergantín de la Compañía de Jesús, procedente de las Indias, que fue hundido en el siglo XVIII por un barco pirata cerca de las costas de Cartagena. En la empresa se ve involucrado Ismael Coy, un veterano y escéptico marino, ahora sin barco y sin dinero, que conoce a la misteriosa Tánger Soto en una subasta de objetos marítimos. Subyugado por la belleza de esta mujer, Coy acepta ayudarla en la azarosa búsqueda del pecio.
La película de Uribe provoca sonrojo en sus histéricas escenas sexuales, falla en las contadas peleas y escenas de acción -rodadas con bastante torpeza- y flaquea en algunas situaciones melodramáticas, cuyos diálogos suenan a pedantería libresca. Ciertamente hay oficio y buenas maneras en las interpretaciones, la fotografía de Aguirresarobe, la música de Bingen Mendizábal y el montaje Teresa Font; pero la película no funciona.
A los defectos ya señalados, se añade una evidente carencia de tensión dramática: la trama pierde fuelle durante el desarrollo de la intriga hasta volverse plana en un desenlace previsible, abrupto y puntualmente ridículo. La duda es si esa falta de energía y hondura dramáticas es defecto del guión de Uribe o está ya en la novela de Pérez-Reverte. Pues, al fin y al cabo, el popular escritor vuelve a repetir la misma fórmula pesimista, sórdida y cínica de la mayoría de sus novelas. De hecho, Ismael Coy recuerda demasiado a Alatriste, Tánger Soto a María de Castro y Nino Palermo a Malatesta. Los homenajes a Conrad, Stevenson, Melville y Patrick O’Brian no van más allá del inane guiño erudito. Hoy por hoy, Pérez-Reverte está muy lejos de esos clásicos de la literatura de aventuras marinas.