The House of SpiritsDirector: Bille August. Intérpretes: Meryl Streep, Jeremy Irons, Glenn Close.
Un reparto internacional y una producción millonaria convierten en película la novela homónima y autobiográfica de Isabel Allende -novela-río de la reciente historia de Chile-, dirigida por el escandinavo Bille August (Pelle el conquistador, Las buenas intenciones), que también firma el guión.
Inician el relato familiar los bisabuelos de Isabel Allende, ricos hacendados que tienen una hija (Meryl Streep) con poderes paranormales -de ahí el título-. Con ella consigue casarse -tras hacerse rico con injusticia- un joven de clase inferior (Jeremy Irons). Tendrán una hija (Winona Rider), que, enamorada luego del hijo (Antonio Banderas) del capataz, aprende de él lo que es justicia social, y con él se adscribe al partido revolucionario de izquierdas, y de él tiene una hija (Isabel Allende) de noche junto al río.
Perseguido Antonio Banderas -o sea, Allende de algún modo- por las iras políticas y paternas de Jeremy Irons, que ha entrado también en la vida política, no sólo consigue huir, sino que triunfe su partido -o sea, el mismo Allende-. El triunfo es breve, pues arrasa todo una fuerza bruta, que, aunque se refiera a Pinochet, la encarna aquí un despreciable hijo natural de Irons, que encarcela y tortura hasta a su misma hermanastra Winona. Desde su posición, Irons logra salvar a su hija y, en un gesto heroico, también saca del país a su yerno.
Termina la película con unas bellísimas imágenes en la solitaria finca familiar, sobre las que la voz de Isabel, la autora de la novela, emite una como programática vital, en la que dice no al rencor y a la venganza, y sí a una vida culta y retirada, en un tranquilo ateísmo civilizado…
He puesto el acento en la presentación del argumento porque así se ve que al llegar a los sucesos finales se respira un «Ahí es donde queríamos llegar», o lo que queríamos demostrar.
Se ve que Meryl Streep y Glenn Close son de otra película; ésta hace de hermana de Jeremy Irons, soltera mayor, piadosa o beata -según quien lo diga- y amiga de Meryl Streep. Ésta construye y devana su papel inexistente con su singular y habitual maestría, desde unos juveniles años hasta una decrépita senectud, y lo hace creativamente, como sin esfuerzo. No así Jeremy Irons, que recorre el mismo camino con un visible empeño por actuar y conseguir algún premio de interpretación.
Sería mejor ver esta película desde la ignorancia política y artística más absoluta; quizá así pueda parecer algo mejor lo que ha hecho August con el guión que dirige.
Pedro Antonio Urbina