Una gran superproducción. Esto es lo que con más entusiasmo puedo decir de esta película, realizada por uno de los grandes del cine español: Mario Camus. No es cosa fácil contar la historia de una ciudad, Barcelona, desde 1888 a 1929, y todo queda resuelto con esmerada limpieza fílmica. Eduardo Mendoza, el autor de la novela, lo cuenta en 400 páginas; Mario Camus, en dos horas y media.
Mendoza narra con gracejo, fantasía, humor…, parece una fábula su historia; su protagonista, una rocambolesca figura de un brillante decorado, y las otras figuras, muñecos de un gran guiñol.
Mario Camus, un autor trágico -lo ha mostrado en los temas elegidos en su larga filmografía y en su tratamiento-, ha trasladado todo eso al realismo, a veces sórdido: ambición, poder, crímenes, traiciones… Ha desnudado la bulliciosa imaginería de Mendoza y la ha reducido a raspa hiriente: la sucia política, la injusticia social, la maldad humana… El ritmo denso y lento se transmite a la dirección de actores: todos, sin alegría de vivir, van como oprimidos por un fatal presagio…
Una inusual superproducción de un gran director; una historia dura, brutal a veces. Un buen cine que presenta esas fuerzas oscuras que parecen construir la historia, y sólo son muerte.