20 de enero de 1942: en un lujoso palacete sito en las inmediaciones del Wannsee, uno de los lagos más extensos y conocidos de Berlín, se celebra –por invitación de Reinhard Heydrich, número dos de las SS– una “conferencia” con 15 participantes, altos cargos de diversos organismos del régimen nazi, para tratar lo que cínicamente se denominó la “solución final sobre la cuestión judía”.
Matti Geschonneck rueda en parte in situ, en los exteriores del palacete, hoy en día un museo-memorial, mientras que los interiores los reprodujo hasta el último detalle en un estudio. Si bien el guion ha sido elaborado sobre la base del acta realizada por el tristemente famoso Adolf Eichmann, mano derecha de Heydrich y coordinador del Holocausto, dicha acta no reproduce los diálogos literalmente, por lo que estos forman parte de la ficción. Guion y dirección inciden en las mezquinas disputas sobre competencias que, con altas dosis de vanidad, mantienen los representantes de los diferentes organismos entre sí; de ese modo, el genocidio queda reducido a un mero acto administrativo. En este sentido, el guionista Magnus Vattrodt califica la película de “intento de hacer tangible la banalidad del mal”.