Nathalie, viuda aún joven, intenta ahogar su soledad sumergiéndose en su trabajo de ejecutiva. Pero su corazón vuelve a latir con el hombre aparentemente con menos posibilidades: su subordinado Markus, un sueco sencillo, noble y algo pasmado, que la deslumbra con su tierna delicadeza.
Más de 700.000 ejemplares vendidos, diez de los premios literarios franceses más importantes y su traducción a quince idiomas avalan la novela en que se basa esta deliciosa comedia romántica, con la que debutan como directores de cine el propio autor y su hermano Stéphane. Su clásica puesta en escena no depara demasiadas sorpresas, quizás se alarga demasiado y a veces adolece de un montaje deslavazado. Pero facilita el lucimiento del excelente reparto, sobre todo de Audrey Tautou –en un papel frágil, cercano al que interpretó en Amélie– y de un inmenso François Damiens, que llena de humanidad su entrañable caracterización de Markus.
Esos notables resultados formales e interpretativos se asientan en un guion muy sólido, fresco y profundo a la vez, a ratos muy divertido –por situaciones surrealistas y diálogos chispeantes–, y muy emotivo en sus pasajes melodramáticos. Es fundamental su perspectiva dramática y moral, que acierta al subrayar el sentido purificador del sufrimiento, el valor del cariño de familiares y amigos y, sobre todo, la necesidad de cimentar el amor en algo más que la atracción física. Todo ello, sin énfasis moralizantes, con delicada sutileza y un rotundo sentido del humor, ambos eficazmente reforzados por varias bellas canciones de Emilie Simon.