1882. La joven Marian Brook acaba de trasladarse de un pueblo de Pensilvania a Nueva York tras la muerte de su padre. La ciudad convive con rutinarias segregaciones por raza y condición social que hacen que casi todos sus habitantes vivan determinados por estos conflictos sociales.
Desde el éxito internacional de las primeras temporadas de Downton Abbey, estrenada en 2010, el británico Julien Fellowes no lograba remontar con títulos elegantes pero menores como Titanic, Belgravia o Un juego de caballeros. Con La edad dorada ha logrado el favor del público y de la crítica, que han vuelto a situarle como uno de los grandes creadores de ficciones para televisión. La serie tiene una delicadeza formal incuestionable que facilita la inmersión del espectador en la historia, y que se transmite a las interpretaciones de un reparto excelente en el que hay una veintena de personajes bastante logrados. Sin llegar al encanto en los perfiles y al carisma en las actuaciones que logró en Downton Abbey, en La edad dorada hay un brillo especial en personajes como el de la poderosa manipuladora Agnes Van Rhijn interpretada por la neoyorquina Christine Berenski (The Big Bang Theory, The Good Fight).
El guion sabe entrecruzar las diferentes líneas argumentales para explicar la configuración social de una ciudad que se convertiría en pocas décadas en uno de los epicentros culturales del mundo. La música de los hermanos Gregson-Williams modula la fascinación que genera la belleza de cada plano, vestuario o localización. Como es habitual en Julian Fellowes, el ritmo es dinámico, pero no acelerado. El retrato es poliédrico gracias a la variedad de personajes y caracteres que van construyéndose en la relación, y muchas veces en la fricción, entre cada uno de ellos.
La edad dorada fue la serie más vista en HBO max en sus primeros capítulos, algo que provocó su renovación para una segunda temporada.