Director: Kenneth Branagh. Guión: Stephen Fry, Kenneth Branagh. Intérpretes: Joseph Kaiser, Amy Carson, Benjamin Jay Davis, Silvia Moi, Rene Pape, Lyubov Petrova. 135 min. Jóvenes.
La famosa ópera masónica de Mozart cuenta una historia sencilla: el príncipe Tamino debe rescatar a la princesa Pamina -hija de la Reina de la Noche-, que Sarastro tiene cautiva. Le acompaña un excéntrico pajarero llamado Papageno. Liberar a la princesa no resultó difícil; las cosas no eran como parecían… El problema viene después, cuando, enamorado, Tamino tiene que superar numerosas pruebas para merecer la mano de Pamina. Papageno sufrió un destino semejante. «La flauta mágica» ha sido una de las óperas más populares y más representadas de la historia, y también ha conocido una brillantísima adaptación al cine a cargo de Ingmar Bergman.
Branagh no es Bergman, pero lleva una larga carrera de versiones cinematográficas de Shakespeare que muestran una rara habilidad para trasladar un marco teatral a la pantalla grande, para buscar una imagen adecuada a un diálogo o una canción. Branagh ha ambientado «La flauta mágica» en algo muy parecido a la Primera Guerra Mundial: un mundo de trincheras a comienzos de siglo XX, con colores de estampas de época y secuencias extraídas de «Senderos de gloria»; pero también un mundo onírico e irreal porque se trata de la ópera de Mozart, magníficamente cantada (en inglés), y Branagh le ha puesto un envoltorio de lujo, con imaginación, una cuidada planificación y efectos especiales generados por ordenador. El contenido ideológico queda reducido a un alegato antibelicista.
El resultado es notable y, como todo lo que hace Branagh, admite diversas valoraciones; no estamos ante un material nuevo, sino ante una obra consagrada. Unos críticos se han fijado en la oportunidad de la traslación, otros en la música, otros en el tratamiento de los personajes. Para el que desconoce la obra de Mozart la impresión será diferente: también por encontrarse con dos horas largas de ópera, que para algún sector del público, con la mejor voluntad, es demasiado.
La primera hora funciona de maravilla: la obertura es un extraordinario plano secuencia de seis minutos que va del cielo al detalle de una mano en una trinchera. La presentación de cada personaje es un poema, en particular la Reina de la Noche. El segundo acto se hace más difícil porque Branagh ya ha mostrado sus cartas y poco de lo que hace puede sorprender. Uno puede estar cansado ya de ópera o saturado de imágenes, o echar en falta el entreacto que no hubo
En cualquier caso, es una obra notable, realizada con brillantez, tal vez con poca espontaneidad respecto del original, e incluso respecto de la versión de Bergman; pero una obra valiosa realizada por un amante de la música y que se puede disfrutar plenamente.
Fernando Gil-Delgado