La habitación del pánico

TÍTULO ORIGINAL The Panic Room

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: David Fincher. Guión: David Koepp. Intérpretes: Jodie Foster, Kristen Stewart, Forest Whitaker, Jared Leto, Dwight Yoakam, Patrick Bouchau. 115 min. Jóvenes-adultos.

Nacido en 1962 y fogueado en los spots y videoclips, el norteamericano David Fincher se ha convertido en uno de los cineastas actuales más interesantes gracias a sus incursiones en las zonas oscuras de las sociedades occidentales del cambio de milenio. Ahí están Alien 3, The Game, El Club de la Lucha y, sobre todo, Seven, una de las películas más representativas de los años 90. Ahora logra en La habitación del pánico la mejor reinterpretación contemporánea del cine de intriga de Alfred Hitchcock.

El guión describe la pesadilla que viven una mujer recién divorciada y su diabética hija adolescente en su nuevo hogar: un inmenso apartamento de lujo, situado en pleno Manhattan y con una sofisticada «habitación del pánico». Ésta es una impenetrable cámara acorazada, equipada con todo tipo de material para sobrevivir al ataque de ladrones, incluidos numerosos monitores de televisión que controlan toda la casa. En la primera noche allí tres ladrones irrumpen violentamente en la casa en busca de un montón de dinero, oculto precisamente en la habitación del pánico, donde madre e hija se han refugiado.

Sorprende el descaro con que Fincher maneja los arquetipos del género -de La ventana indiscreta a Solo en casa- y cómo arranca de ellos singulares golpes de humor, poco habituales en su cine. Es en esos fugaces gags donde introduce sus sutiles ironías contra el creciente afán de seguridad frente a la violencia y a las invasiones de la intimidad. Fuera de esas referencias y de una posible interpretación metafórica de la trama, Fincher no dice más, pues no explicita el traumático divorcio de la protagonista, ni las diversas motivaciones de los asaltantes. De modo que su esfuerzo principal consiste en mantener y acrecentar la intriga hasta el angustioso y violento desenlace.

Fincher alcanza esa meta con una modélica dirección de actores y con una vibrante puesta en escena expresionista, de vigorosa fotografía y alucinante planificación. Destacan otra vez sus sensacionales movimientos de cámara imposibles, en los que desarrolla las últimas técnicas de filmación y montaje de imágenes. Salva así las reiteraciones propias de la unidad de tiempo y lugar, y añade otro punto de interés a esta entretenida película, que quizá alguno considerará menor.

Jerónimo José Martín

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