Anton, un joven militar danés, comienza su instrucción en el regimiento de caballería en un remoto lugar, conectado por tren con Copenhague. Es invitado a casa del barón Løvenskjold, donde conoce a su hija Edith, inválida por un accidente, con la que, al sentir lástima por ella y empujado por la tenacidad del barón, comienza a trabar amistad.
Segunda adaptación al cine de la novela homónima de Stefan Zweig (la primera es una versión chilena, de 1960). El gran narrador austríaco, considerado uno de los mejores cronistas y novelistas del siglo XX, escribió La impaciencia del corazón, una de sus obras maestras, en 1939. En sus novelas y numerosas biografías procura conocer y desentrañar aspectos esenciales del ser humano que describe y desarrolla de manera magistral. En este caso, se centra en la compasión, y en cómo sentir piedad por una persona simplemente por pena puede resultar tremendamente peligroso y dañino.
El director y coguionista es el danés Bille August, en su mejor película desde Los Miserables (1998). El cineasta saltó a la fama al ganar el Oscar y la Palma de Oro en Cannes por Pelle el conquistador, y asombró con Las mejores intenciones (también ganadora en el festival francés). El film es de una belleza incomparable, gracias a una cuidada fotografía y a una iluminación prodigiosa. Cada plano parece un cuadro que, como en Barry Lyndon, de Stanley Kubrick –película a la que recuerda indudablemente–, muchas veces está en movimiento, de manera sutil, casi imperceptible. August consigue un contraste constante entre la luz que inunda cada escena (reflejada de manera exquisita en los azules ojos de la protagonista), con el desasosiego y el miedo que provocan la actuación de Anton; y la oscuridad, con preciosos claroscuros, de las escenas en las que se desenvuelve Anton solo: en el bar, volviendo al cuartel de noche…
El reparto es de altura. Destacan las actuaciones del prolífico Lars Mikkelsen (el barón) y de los jóvenes protagonistas Esben Smed y Clara Rosager. El guion apenas se aparta de la novela, salvo en algunos detalles poco significativos, fundamentalmente la localización (la novela transcurre en Austria) y algunos pormenores en el desenlace. Pero conserva gran parte de sus diálogos sustanciales, manteniendo la riqueza, la profundidad y el dramatismo de la obra de Zweig. En definitiva, una película a la altura de una novela fascinante: ambas imprescindibles.