Director: Hal Hartley. Intérpretes: Adrienne Shelly, Robert Burke, Christopher Cooke.
Tras el éxito de sus últimos films -Trust y Simple men-, las distribuidoras han sacado del arcón el primer trabajo -fresco, agudo y lleno de humor- de este realizador independiente norteamericano, nacido en l959.
Hartley es responsable también del inteligente guión que, de alguna manera, sigue las pautas de la comedia de enredo europea del XVII o XVIII. Es coherente, pues, y hasta necesario, que también haya sido autor del montaje.
Un misterioso y distante mecánico vuelve a su pueblo de origen, tras cumplir condena por los supuestos asesinatos de su novia y del padre de ésta. La hermana de la novia muerta, el patrón del taller y su mujer, la hija de ambos, el ex novio de ésta…, y otros personajes más enredarán el hilo de sus propias vidas, de su amor, su trabajo, y de su suerte definitiva.
Siempre es de día. El cielo es azul. Los colores vivos, salvo el vestido del mecánico, de riguroso negro. El ámbito está reducido a cuatro lugares del pueblo. Y de estos sencillos y escasos elementos se sirve Hartley para bucear con gracia y sentido en los grandes temas, con aparente ligereza, que ocupan siempre el alma humana. Se trasluce una visión cristiana de fondo en el trazo de los atractivos personajes y de las convicciones que expresan en sus diálogos.
Pedro Antonio Urbina