Alicia (Lis) tiene 15 años, una adolescencia complicada, un novio macarra y mayor que ella, y una penosa relación con sus padres. Vive en un ambiente que combina la cerrazón de un pueblo con un hedonismo hipersexualizado, y lo único que tiene claro en la vida es que quiere estudiar en la Escuela de Circo.
La ópera prima de Lucía Alemany ha sido bien recibida por la crítica desde su estreno en el Festival de San Sebastián. A pesar de su argumento mínimo y su final, sumamente flojo, la cinta puede presumir de buenas interpretaciones y de presentar una radiografía –amarga pero acertada– de cierta adolescencia. Es el caso de la protagonista, una joven de 15 años obligada a madurar a la fuerza y a enfrentarse a problemas que la sobrepasan.
Aunque el desenlace podría llevar a pensar que estamos ante una película proaborto, sorprende la contundencia con la que se habla de este drama como algo que rompe la vida en dos mitades, una cuestión que marcará para siempre porque supone acabar con la vida de otro ser.
Sorprende menos cuando, al presentar la película, la directora confesó que abortó con 17 años sin decírselo a nadie.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta