María y José Ribeiro salieron de Portugal hace treinta años; viven en la portería de un magnífico inmueble en el bulevar Haussman de París donde María es la portera; él es un buen albañil, actualmente jefe de obra en una constructora. Tienen una hija mayor y un hijo adolescente. Son serviciales, amables y universalmente apreciados por compañeros y amigos, que abusan un poco de su generosidad. Un día José recibe una herencia y el matrimonio se dispone a volver a su tierra. Entonces, la gente se da cuenta de lo imprescindibles que son, y toman medidas para evitar que se vayan.
Ruben Alves, francés de origen portugués, ha realizado una pequeña –pero entrañable– comedia familiar en la que rinde homenaje a la patria de sus mayores. La historia de esa pareja de emigrados está llena de cariño, bonhomía y virtudes. Alves utiliza los tópicos al uso: los portugueses son albañiles, las portuguesas porteras, pero los usa con amabilidad; son una herramienta y no un lastre; ni hiere a unos ni satiriza a los otros. Lo importante de este matrimonio, venido de otro país, es su carácter y lo bien que trabajan, pensando en los demás.
La película no es perfecta, pero tiene un par de escenas memorables, como son las dos cenas. Los actores Rita Blanco y Joaquim de Almeida corrigen las exageraciones y evitan la burda parodia.
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