Dirección y guión: Zhang Yimou. Intérpretes: Gong Li, Chow Yun-Fat, Jay Chou, Liu Ye, Ni Dahong. 114 min. Jóvenes-adultos. (VS)
Esta adaptación de una obra teatral de Cao Yu cuenta las luchas intestinas de la dinastía Tang en torno al año 1000, con personajes movidos por el deseo de poder y también pasiones más elementales. En las cercanías de la fiesta del doble Yang, Fénix, esposa del emperador Ping, alimenta su amor incestuoso por un hijastro, el heredero Wan. El astuto dignatario se ha distanciado de su consorte y ha urdido un plan para envenenarla lentamente. El segundo hijo del emperador, Jai, hijo también de Ping y muy unido a su madre, será fácilmente manipulable. Y está Yu, el tercer hijo, algo ingenuo, aunque también con ambición e ímpetu juveniles. La trama contiene más elementos que enredan todo, hasta convertirlo en algo próximo al culebrón, dicho sea sin ánimo peyorativo: una amante de Wan más joven, la madre de esta mujer
El film es fastuoso. El vestuario y los decorados, donde dominan los dorados, son deslumbrantes, contribuyen a un empaque de lujo, que también sirve de excusa endeble para una insistente sensualidad. Aunque Yimou encuadra su trabajo en la tradición de las wuxia, una forma de hacer películas de artes marciales que ya abordó en «Hero» y «La casa de las dagas voladoras», y hay escenas de peleas y combates entre ejércitos muy vistosas, el film presta esta vez más atención a los personajes y sus tormentosas relaciones. Hay un deseo de dotar a lo que se narra de resonancias universales -el motivo oriental del cielo y la tierra-, al modo de las tragedias shakespearianas, aunque la comparación le viene grande. El completo reparto está muy bien, con un Chow Yun-Fat muy contenido, que parece honrar el dicho «la venganza es un plato que se sirve frío», y una Gong Li, recuperada musa de Yimou, que hace un gran papel de intrigante.
José María Aresté