En la era del clickbait y del titular perezoso para conseguirlo, se valoran especialmente esos personajes que saben convertir en visitas todo lo que tocan. En la última edición del Festival de San Sebastián ha habido, por falta de uno, dos (o tres) de estos personajes: uno, al principio del Festival, Jordi Évole y su documental No me llame Ternera, y otros, al final: Los Javis (Javier Ambrossi y Javier Calvo) y su nueva serie, La Mesías, que se podrá ver en Movistar a partir del 11 de octubre.
De la serie se sabía que contaba con un apabullante reparto y una generosísima producción y que el argumento tenía algo que ver con Flos Mariae, un grupo de hermanas que en 2014, después de hacer una promesa a la Virgen, “triunfaron” en YouTube cantando una ridícula música cristiana que era carne absoluta de meme. Eso era lo que se sabía. Lo que se presuponía era, además, que la serie hablaría de religión –uno de los temas de Los Javis–, que abordaría el fanatismo religioso y que hablaría del Opus Dei, porque los Javis siempre han sacado partido al hecho de que uno de ellos estudiara en un colegio relacionado con esta institución.
Efectivamente, lo que se sabía y lo que se presuponía está presente en La Mesías. A lo largo de casi 500 minutos (son 7 capítulos de entre una hora y una hora y media de duración) los Javis cuentan la historia de una mujer española en los años 80 –La Mesías– que, después de una juventud llena de excesos que sufren también sus dos hijos pequeños, conoce en uno de los bares donde ejerce la prostitución a un hombre turbio y despreciable que la arrastra al fanatismo religioso. Juntos engendrarán seis hijas a las que tendrán encerradas en una casa de los horrores donde una hermana del padre, que es del Opus Dei, les dará catequesis a las pequeñas. El único escape para las niñas son las películas musicales que, en secreto, les enseña su hermano mayor en un viejo televisor.
Almodóvar y true crime
Los Javis, que saltaron a la fama con el musical La llamada y con la divertidísima serie Paquita Salas, confirman en La Mesías que tienen talento narrativo –la trama se sigue con interés–, talento visual y talento musical (inspiradísima la ecléctica banda sonora). Demuestran también que son capaces de manejarse en un registro muy dramático y oscuro, que son buenos directores de actores, y que tienen una elogiable capacidad para dar una pátina de “milenarismo”, que es lo que algunos llaman frescura, a referentes cinematográficos y televisivos muy vistos. En La Mesías –como en La Veneno– hay mucho, muchísimo, Almodóvar, empezando por su protagonista, interpretada con convicción en las diferentes décadas en las que transcurre la historia por Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi. Y, por otra parte, encontramos en la serie muchos elementos narrativos que se han desarrollado en el true crime sobre sectas, un género al alza que precisamente se centra en los efectos del fanatismo religioso.
Como escribo en caliente, después de terminar de ver la serie en su estreno oficial en San Sebastián, pero sin leer ninguna entrevista, supongo que los Javis dirán en la rueda de prensa que su serie no va contra la religión sino contra el fanatismo. Y dirán bien. Entre otras cosas, porque las series hay que pagarlas (y más, las de una producción como esta) y no conviene enfadar a millones de creyentes que son los suscriptores de Movistar. Paradojas del capitalismo, que somos todos muy ideológicos y concienciados… mientras eso no impida hacer caja. Además, desde el punto de vista narrativo, los Javis se cubren las espaldas con un final que deja a algunos personajes cantando canciones de Misa y a otros peregrinando a la India.
El mensaje, muy en la línea de La llamada, es que la espiritualidad bien, pero el fanatismo mal. Y que puedes creer que en Monserrat se aparece la Virgen o se avistan ovnis –así arranca la serie– y allá tú con tus ralladas mentales, pero eso es una cosa y otra distinta encerrar a niños en una casa. Y hasta aquí estamos todos de acuerdo. A muerte, además. Y eso, a pesar de que algunos pensemos que es un poco diferente creer en Jesús de Nazaret que en ET el extraterrestre. Pero nada justifica el fanatismo y mucho menos la violencia. Que por cierto esto, entre otros sitios, está escrito en el Evangelio.
Entre el subrayado excesivo y la simplificación
El problema es que, aunque la película parece dejar libertad al espectador, la realidad es otra, porque el fanatismo religioso tiene, en la serie, el apellido de católico. Y todas las referencias e imágenes católicas de la serie son, o ridículas, o perversas. No hay ningún personaje que viva su fe de manera feliz y desacomplejada, sin traumas existenciales, ningún católico al que sus creencias le muevan a hacer el bien y ayudar a sus vecinos, ninguno que rece sin poner los ojos en blanco ni convulsionarse como la niña del exorcista. Y será una licencia narrativa, pero también abona el titular fácil y la simplificación. Porque, no digo yo que no haya en el mundo algún padre cristiano con hijos encerrados en un zulo o alguna persona del Opus Dei enfundada en una rebequita gris que no sepa utilizar una cafetera o una tarjeta de crédito. Pero si las hay, son la excepción que confirma la regla. Una denunciable excepción que confirma la vida real. Esa vida que, afortunadamente, reflejan muchas películas y series. Sin tirar de hemeroteca, en este mismo festival, hemos visto Cerrar los ojos, la maravillosa cinta de Erice, que retrata la humanidad de unas monjas que se desviven por cuidar a los que nuestra sociedad –tan inclusiva– ha dejado tirados en la cuneta.
El fanatismo religioso, a pesar de los subrayados de algunas narrativas actuales, es una excepción. Una excepción rara, muy rara. Pero poner el foco en el morbo y en lo depravado siempre ha sido un recurso fácil y, desgraciadamente, muchas veces, ese morbo da más clics, más dinero y, sobre todo, más titulares perezosos.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta
Un comentario
Muy buen comentario.!