Beatriz y Henrique se casaron tan jóvenes como enamorados. En poco tiempo tuvieron seis hijos, pero el trabajo de él en el mar hizo que durante años la comunicación con su familia fuese a través de cartas. Con 35 años, su nieta Catarina ha reconstruido esas historias para elaborar una ópera prima que obtuvo el premio FIPRESCI en la última Berlinale y el Zabaltegui-Tabakalera en el pasado Festival de Cine de San Sebastián.
Sin esconder su condición de cine experimental, La metamorfosis de los pájaros tiene una lírica sencilla y conmovedora, mucho más accesible que la mayoría de las consideradas obras de culto del cine contemporáneo. La directora muestra tanta creatividad como cercanía al presentar una historia familiar construida con breves relatos, símbolos pictóricos de incuestionable belleza (acertadísimo el uso de bodegones y planos detalle), y un humanismo universal. Es un cine que recuerda a Dreyer, Bresson, Tarkovski o Malick, con el aliciente de apoyarse en una narración inteligible, con personajes entrañables y detalles metafóricos tan sugerentes como clarificadores.
La metamorfosis… expresa varios recorridos dramáticos marcados por la ausencia, pero suavizados con el recuerdo del amor verdadero y fiel. Ese que espera en casa el regreso de la persona querida con sincero y sacrificado optimismo, con una luz propia capaz de iluminar los largos tiempos de soledad. Por eso la memoria que reconstruye esta cineasta hace inmortal la existencia de sus padres.
Con los premios y el prestigio obtenido por esta película, Catarina Vasconcelos se ha ganado el derecho de ser una cineasta que seguir en el panorama cinematográfico actual. La riqueza de su lenguaje y el recorrido de su poesía visual no son artificialmente “festivaleros”. Su lírica parece más precisa, humilde e imperecedera, más enraizada en la filiación y la naturaleza, en la línea de notables cineastas recientes, Chloé Zhao (Nomadland), Carla Simón (Verano 1993) o Greta Gerwig (Lady Bird, Mujercitas).