Britt Marie tiene 63 años, lleva 40 años casada e inmersa en sus rutinas cuando su vida da un tremendo volantazo. Obligada a reinventarse, consigue un trabajo como entrenadora de fútbol de un equipo infantil. El problema es que no sabe una palabra de ese deporte; un deporte que, en realidad, siempre ha odiado.
Esta entrañable dramedia sueca es un ejemplo de ese cine nórdico de personajes cuidados, tramas sencillas y reconocibles, ritmo pausado e irónico sentido del humor. El argumento podría parecerse a Campeones, la taquillera película de Fesser y, sin embargo, el tono y el modo de contar la historia son radicalmente distintos.
Gran parte del encanto de la película reside en la protagonista, una mujer sencilla a la que es imposible no querer y que interpreta con solvencia la magnífica actriz sueca Pernilla August. La presentación de Britt-Marie, en términos de narrativa cinematográfica, es portentosa.
Alrededor de este personaje giran las diferentes tramas de la historia, ninguna especialmente novedosa ni chillona, pero casi todas enjundiosas. La película habla de segundas oportunidades, de descubrimientos y de la necesidad de tomar decisiones en primera persona. Habla también de la importancia de no dejarse llevar por las primeras impresiones y de dar siempre una oportunidad a las personas.
Su ritmo pausado y su tono agridulce requieren un espectador adulto y capaz de disfrutar de un lenguaje cinematográfico de gran riqueza pero a años luz del cine de acción y palomitas.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta