Una adolescente con problemas comienza a manifestar extraños síntomas que preocupan a su familia. Sus padres acuden al psiquiatra, pero su tío sacerdote sugiere que le dejen actuar: cree que podría ser un caso de posesión diabólica.
Manuel Carballo, de la mano del productor Julio Fernández, se adentra en el género más difícil del terror, y lo hace bien, tratando el tema con seriedad: por eso, asusta. Rodada en Londres, con un reparto británico solvente, la película sigue el modelo clásico de El exorcista y evita la exageración. El final desmerece y muestra la debilidad de algunos planteamientos y un innecesario efectismo.