Reconozco que, para mí, la nueva versión de La sirenita amenazaba ser un desastre. En primer lugar, la tendencia de Disney a convertir en personajes reales sus clásicos animados no siempre le ha salido bien, o mejor dicho, casi siempre le sale peor, con honrosas excepciones como La Bella y la Bestia. En segundo lugar, La sirenita original, la de 1989, fue un hito en la historia de Disney; en cierto modo, la primera película de una nueva era de animación en la compañía, así que las comparaciones, además de inevitables, probablemente serían odiosas. Para rematar las -bajas- expectativas, al conocerse el reparto, estalló una polémica bastante absurda porque la sirenita fuera negra. En resumen, todo presagiaba un naufragio absoluto.
Y, sin embargo, o quizás precisamente por estos miedos, hay que reconocer que la versión live action de La sirenita salva los muebles. En primer lugar, afortunadamente, la historia se ha mantenido fiel al cuento original de Andersen sin cambios ni excesivas actualizaciones. En segundo lugar, la buena mano de Rob Marshall (Chicago, El regreso de Mary Poppins) en el género musical y la compañía –como productor– de Lin-Manuel Miranda, se notan en el brillo del apartado musical. En la versión original destacaban las canciones, la banda sonora y las coreografías, y aquí ocurre algo parecido. Son, con diferencia, las escenas más notables de la película.
La interpretación de Haley Bailey hace que no añoremos en exceso a la encantadora Ariel original. Otra cosa es que ni la villana Úrsula ni el rey Tritón terminen de convencer, y ahí sí echemos de menos los personajes animados. Quizás no sea tanto un problema de interpretación sino de una digitalización que tiene ventajas -las posibilidades de las coreografías o algunas escenas visualmente muy potentes–, pero también muchos inconvenientes. Entre otros, un exceso de artificio poco creíble: una cosa es una villana animada con ventosas, y otra Melissa McCarthy convertida en pulpo, o Javier Bardem con cola de pescado. Con todo, y a pesar de ser muy inferior a la original, la película es correcta y entretiene.
Por último, y en relación a la polémica sobre la raza de la sirenita. Reconozco que, en su día, como he dicho antes, esta polémica me pareció absurda porque estamos ante un personaje de ficción y animado. Con otras palabras, polemizar sobre la raza de una sirena es ridículo. Viendo la película, y observando las diferentes razas de hermanas de Ariel (una asiática, otra india, otra eslava) y de los vecinos del océano, pensé que el único sentido que podría tener es un merchandising más variado y que cada niña y niño tuvieran una sirena, un sireno o un tritón de su raza…
Porque no creo que se pretenda añadir un discurso contemporáneo de diversidad y aceptación de las diferencias a una historia que, desde hace casi dos siglos, nos está contando la relación amorosa entre un ser humano y una sirena.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta