El orfanato, Lo imposible, Un monstruo viene a verme, Jurassic World: el reino caído y la serie Los Anillos de Poder han convertido al barcelonés Juan Antonio Bayona en el cineasta español con más proyección internacional. Una cualidad que se acrecienta con los premios ya ganados y las nominaciones al Globo de Oro, los Goya, los Feroz, los Forqué… que ahora acumula su último filme, La sociedad de la nieve, donde adapta el libro escrito en 2009 por el periodista uruguayo Pablo Vierci. Se trata de una nueva recreación de la tragedia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, que el 13 de octubre de 1972 se estrelló en mitad de los Andes cuando llevaba a Chile a los jóvenes integrantes del equipo de rugby Old Christians. Solo 29 de sus 45 pasajeros sobrevivieron al brutal accidente, y solo 16 de ellos fueron rescatados el 23 de diciembre de 1972, tras pasar 72 días en un entorno hostil, obligados a recurrir a medidas extremas para sobrevivir.
A diferencia de la película ¡Viven! (1993) de Frank Mashall —basada en el best-seller del británico Piers Paul Read—, Vierci y Bayona dejan como secundarios a los supervivientes más famosos —Nando Parrado, Roberto Canessa, Carlitos Páez…— y ponen como narrador a Numa Turcatti, un joven profundamente católico, que fue de los últimos en recurrir a la antropofagia. Este cambio de punto de vista torna el relato mucho más coral, claustrofóbico y existencial, y da más cancha a los supervivientes alejados de la fe. Una opción que no devalúa la fidelidad histórica, ni rebaja las fuertes convicciones católicas de la mayoría de los personajes, ni obvia esa idea evangélica que da sentido a sus actos: “No hay amor más grande que el dar la vida por los amigos”. Los más exigentes echarán en falta alguna referencia verbal explícita a la Eucaristía, que sí estaba en ¡Viven! Pero también está presente en La sociedad de la nieve, aunque visualmente, no con palabras. Y, desde luego, su enfoque trascendente eleva la autenticidad del filme, sobre todo en comparación con Lo imposible, donde la artificiosa ausencia de Dios clamaba al cielo, nunca mejor dicho.
Por otra parte, esa poderosa visión de la amistad, el sacrificio, la madurez y la fe da una gran entidad dramática al despliegue audiovisual de Bayona, que brilla especialmente en las impresionantes panorámicas de la Cordillera y en las aterradoras secuencias del accidente, las tormentas, la avalancha… En este sentido, son fundamentales la espléndida música de Michael Giacchino, la apabullante fotografía de Pedro Luque, el riguroso montaje de Andrés Gil y Jaume Martí, que nunca ceden al efectismo… Y, por supuesto, el calor humano lo pone un abigarrado grupo de jóvenes y desconocidos actores uruguayos, que dan a sus personajes una veracidad conmovedora.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002
Un comentario
Es una película llena de valores pese a su dureza, que es tratada con delicadeza