La detective Sarah Collins y su segundo, Steve Bradshaw, son informados de un atentado en la Torre Portland, al sureste de Londres. A su llegada al pie del edificio hallan los cuerpos sin vida de un veterano policía y de una joven emigrante. Cuando suben a la azotea de la Torre encuentran a un niño de cinco años junto a otros dos policías: una agente recién incorporada al cuerpo y su jefe. Ahí arranca la acción y la investigación de los hechos.
Se trata de una serie policiaca con un misterio que esclarecer, que va desvelándose poco a poco al espectador; pero, además, es una historia que plantea conflictos morales en situaciones complejas. En algunos planteamientos recuerda bastante a la serie Line of Duty, también británica.
El guion se basa en la trilogía Post Mortem, de Kate London, autora que formó parte de la Policía Metropolitana de Londres entre 2006 y 2014. London fue detective en un escuadrón de homicidios y se nota que el ambiente policial de la serie, bastante verosímil, está tomado de la experiencia de la escritora.
En la dirección está Jim Loach, hijo del director británico Ken Loach, quien cuenta con sobrada experiencia en thrillers (Holby Blue, El detective Endeavour). Del guion se ocupa otro veterano, Patrick Harbinson (Homeland, Person Of Interest, 24).
Estamos ante un producto para público adulto, amante del thriller, con diálogos que en ocasiones se siguen con dificultad. En la segunda temporada, el realismo y la sordidez se acentúan: por más que los homicidios estén tratados con delicadeza, no dejan de ser abundantes los diálogos con detalles escabrosos.
En cuanto a la interpretación, destaca el trabajo de Gemma Whalen (Juego de Tronos), que encarna con solidez a la sargento Collins, y Emmett J. Scanlan (Peaky Blinders), que encarna al jefe de policía Shaw con bastantes matices.