Director y guionista: David Mamet. Intérpretes: Campbell Scott, Rebecca Pidgeon, Steve Martin, Ben Gazzara, Ricky Jay, Felicity Huffman. 109 min. Jóvenes.
Joe Ross ha concebido un invento que dará a su empresa grandes beneficios. Sin embargo, sus jefes le dan largas cuando pide un aumento de sueldo, e incluso muestran una asombrosa desconfianza, temerosos de que filtre información a la competencia. En éstas, Joe conoce a Jimmy Dell, un multimillonario encantador, que le envuelve con su amabilidad, hasta ganarse su amistad. La entrada en escena del FBI, que advierte a Joe sobre la posibilidad de que esté siendo víctima del timo conocido como «el prisionero español», complica aún más las cosas.
David Mamet, guionista y director del film, ha organizado un complejo argumento y le ha puesto imágenes con insuperable maestría. Cada pieza del gran puzzle encaja a la perfección: no se advierte anarquía argumental y los extremos más inverosímiles se aceptan dentro del increíble vértigo al que se ve sometido el protagonista. La película tiene el encanto de films como La huella, de Joseph L. Mankiewicz, o El golpe, de Georges Roy Hill, en los que priman el ingenio y la sorpresa. Mamet ha seguido la estela de Casa de juegos, su brillante debut en la dirección, a la hora de centrar su film en un timo.
Podría haberse conformado Mamet con diseñar un bonito juguete, de preciso mecanismo de relojería. Pero se ha preocupado de dar entidad a sus personajes. El protagonista, un acertado Campbell Scott, transmite los sentimientos de desasosiego, susceptibilidad, dudas, que se suponen a su personaje. Y el resto de los actores contribuyen, con sus fachadas de estudiados buenos modales, a la pretendida ceremonia de la confusión. Si a esto añadimos una fotografía de Gabriel Beristain dura, de fuertes contrastes, y una música inquietante de Carter Burwell, el conjunto resulta perfecto para que el espectador no se despegue de su asiento.
José María Aresté