Melanie, una niña de 10 años, toca el piano. Sus padres tienen una carnicería y sueñan con el futuro musical de la pequeña. El día de su examen para el ingreso en el conservatorio, el comportamiento de una pianista que forma parte del tribunal será decisivo. Diez años después, Melanie y la pianista se reencuentran…
La cuarta película de Denis Dercourt, es un psychothriller oscuro y obsesivo que se enmarca, en bastantes aspectos formales aunque no en todos, en la tradición hitchcockiana (recuerda a algunos episodios de la serie de TV Alfred Hitchcock presenta…).
Es llamativo el uso de la música diegética, como marcadora del tempo dramático de la historia. Y la economía de diálogos, restringidos para hacer sitio a lo visual, a la expresión no verbal de los conflictos. La planificación es hábil y el montaje de Gédigier (Bailar en la oscuridad), brillante. Las dos intérpretes hacen un trabajo excelente.
El realizador se confiesa influido por la minimalista y sutil mezcla de venganza, violencia y contención de la película japonesa La venganza de un actor de Kon Ichikawa (1963). Por otra parte, se ha inspirado en la frialdad cínica del polar francés; y en el clima de recurrencia obsesiva y el acercamiento a la psicología de los personajes presentes en Les yeux sans visage de Georges Franju (1959). Resulta evidente la cercanía con el cine de Chabrol, con el que Dercourt comparte las maneras de sostener la tensión, de enturbiar artificialmente el ambiente para subir la temperatura y propiciar un clima incómodo e insano. Quizás por este motivo y por la radicalidad en el tratamiento de la venganza (que no elude un componente sexual), la cinta, que costó 3 millones de euros, no fue mucho más allá de los 700.000 en la taquilla francesa. Habrá que seguir los pasos de este director porque tiene talento.
