Director: Alan Parker. Guión: Charles Randolph. Intérpretes: Kevin Spacey, Kate Winslet, Laura Linney, Gabriel Mann, Rhona Mitra, Matt Craven. 130 min. Adultos.
David Gale (Kevin Spacey) es un profesor de filosofía, miembro activo del movimiento Deathwatch contra la pena de muerte. Cuando comienza la película -paradojas del guión-, está en el corredor de la muerte condenado por el asesinato de su colega y también activista Constance Harraway (Laura Linney). Sólo faltan cuatro días para que se cumpla la sentencia. Después de seis años de silencio, Gale concede una serie de tres entrevistas a la periodista de investigación Bitsey Bloom (Kate Winslet), mujer enérgica que cumplió condena por negarse a revelar una fuente. Con esas entrevistas, Gale no pretende salvar la vida; lo que él quiere es que Bitsey Bloom descubra la verdad y lave su nombre ante su hijo. A través de estas largas conversaciones, narradas en forma de flash back, Bloom descubre quién es, qué enseñó y qué hizo el profesor Gale; cómo se produjo su larga caída en desgracia, que comenzó con una acusación de violación, expulsión de la universidad, pérdida de los amigos, divorcio, pérdida de su hijo… y terminó en prisión con una condena de muerte a punto de ejecutarse.
La vida de David Gale es un producto híbrido, mitad película de tesis, mitad thriller, con algunas cualidades y bastantes defectos en ambos géneros. El guión de Charles Randolph hace un pobre alegato contra la pena de muerte. Pobre porque recorre senderos muy trillados, más cerca de Más allá de la duda, de Fritz Lang, que de la mucho más redonda Pena de muerte, de Tim Robbins. Así, repite frases que se han oído en numerosas ocasiones, no ataca el fondo del problema y, llegado el momento de la verdad, el tema central se abandona por el thriller. En lo que a este último punto se refiere, el misterio que existe en La vida de David Gale es muy limitado, pues Parker va dejando pistas por todos los fotogramas. Además, le gusta jugar con las emociones del espectador y pierde credibilidad cuando se adentra en el terreno sentimental. Por ejemplo, la secuencia de la fiesta, en la que Gale comete adulterio e inicia su caída, es pesada, redundante y obscena (algo parecido le sucede a una misteriosa cinta de vídeo). Por otra parte, en ocasiones cae en tópicos efectistas: el misterioso camionero que sigue a la periodista, el teléfono móvil que no funciona cuando más falta hace… Por no mencionar la asombrosa solución del asesinato, a la que llega en breves minutos Kate Winslet por métodos inductivos.
Dicho esto, hay que decir también que es una cinta estimable, como cabía esperar de Alan Parker (El expreso de medianoche, Arde Mississippi, Las cenizas de Ángela), que interesa la mayor parte de su largo metraje, con un planteamiento y arranque modélicos, y un gran reparto que vende el producto con eficacia.
Fernando Gil-Delgado