Berlín, 1984. El capitán Gerd Wiesler (prodigiosa interpretación la de Ulrich Muhë) es un oficial extremadamente competente de la Stasi, la todopoderosa policía secreta del régimen comunista de la República Democrática de Alemania. Wiesler tiene tal fama de puntilloso que da clases en la academia donde se prepara a los aspirantes a ingresar en la Stasi, instruyéndoles en las técnicas para interrogar a los «enemigos del Estado». Cuando le encomiendan que espíe a la pareja formada por el prestigioso escritor y autor teatral Georg Dreyman y la popular actriz Christa-Maria Sieland, su vida de sabueso impertérrito será zarandeada por esas vidas ajenas, la vida de los otros.
Impresionante ópera prima del alemán Florian Henckel von Donnersmarck (Colonia, 1973), un realizador y guionista de variopinta trayectoria formativa (estudió ruso en el Instituto Nacional de Leningrado, políticas, economía y filosofía en Oxford, dirección de cine en la escuela de Munich, y fue meritorio con el director Richard Attenborough). Ganadora de 7 premios del cine alemán (entre ellos, película, director y guión) y tres premios del cine europeo (película, guión, actor), aspira al Oscar a la cinta en lengua no inglesa.
Henckel logra un retrato inteligente, sereno y conmovedor –episódicamente crudo y desagradable– del fanatismo generado por la utopía marxista, un sistema opresivo y carcelario que la extinta RDA de Honecker aplicaba con un rigor que le granjeó la fama de ser la encarnación químicamente pura del sistema comunista. Unos actores de enorme talla (es obligado recordar que Martina Gedeck fue la acertada protagonista de Deliciosa Martha) y una puesta en escena muy eficaz se suma a uno de los guiones mejor escritos que ha tenido el cine europeo en los últimos años. Hemos venido apuntando jalones (El hundimiento, Sophie Scholl, El noveno día, El gran silencio, etc.) para poder afirmar que el cine alemán se había recuperado del letargo. La vida de los otros es una rotunda confirmación de la pujanza del cine germano, y de que aún se pueden contar muchas buenas historias, simplemente asomándose a la realidad más cercana.
