La viuda de Saint-Pierre

TÍTULO ORIGINAL La veuve de Saint-Pierre

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Patrice Leconte. Guión: Claude Faraldo. Intérpretes: Juliette Binoche, Daniel Auteuil, Emir Kusturica, Michel Duchaussoy, Philippe Magnan. 105 min. Jóvenes-adultos.

La perdida isla de Saint-Pierre, próxima a Canadá, alberga a un grupo de pescadores y funcionarios, encargados de recordar que aquello es territorio francés. Su existencia es dura y aburrida. Un día de 1850, el marino Neel August (Emir Kusturica) asesina a un hombre y es condenado a muerte. Como en Saint-Pierre no hay guillotina ni verdugo, la ejecución se retrasa varios meses. En ese tiempo, el condenado queda bajo la custodia del capitán de la diminuta guarnición local (Daniel Auteuil). Convencida de que Neel es una buena persona, la mujer del capitán, Madame La (Juliette Binoche), decide ayudar al asesino y trabajar en su rehabilitación. Cuando llega a la isla el barco con la guillotina -popularmente llamada «la viuda»-, la población ha perdonado a Neel, que se ha convertido en una celebridad local.

A partir de un suceso real, ocurrido en los años 20, el guionista Claude Faraldo y el polifacético director francés Patrice Leconte (El marido de la peluquera, Ridicule, La chica del puente) han creado una obra de alcance universal, gran belleza plástica y hondo calado ético, aunque se resiente de la espesa sensualidad que caracteriza toda la filmografía de Leconte. El hábil guión ofrece diversos planos de lectura, dosifica la información con parsimonia, alterna los diálogos con los silencios y deja que los paisajes se integren en la acción. Bajo una superficie simple se esconde una compleja trama de relaciones humanas e institucionales. En un primer plano, el criminal, un pobre diablo que acepta el castigo para redimir su culpa y que aprovecha la oportunidad que le brinda su protectora para trabajar en beneficio de su comunidad.

En otro plano se sitúan el capitán y su mujer, que forman un matrimonio moderno para la época. En una sociedad burguesa, cruelmente retratada en las reuniones de salón, Madame La -mujer noble que ha dejado la metrópoli para seguir a su marido a una especie de destierro- destaca por su independencia de espíritu, su solidaridad y su amplitud de miras. Esa actitud es posible gracias al amor y al apoyo que le brinda su prestigioso marido. El capitán es solitario y cumplidor de su deber, pero tiene ideas propias, lo que le convierte en un hombre marginal, contestatario. Capaces de saltarse las normas por una razón justa, él y su esposa se enfrentan a la murmuración y a las autoridades locales, para quienes condenar a muerte no es más que un pasatiempo que aligera el aburrimiento habitual.

La historia habla de colonias y metrópolis, de pobres y ricos, de justicia e injusticia, pero sin caer en un tono panfletario. Invita a una serena reflexión sobre la naturaleza humana, el sentido y el rigor de la ley, la posibilidad de mejorar, de tener una segunda oportunidad. Pero se trata ante todo de una bella y trágica historia de amor, interpretada magistralmente por un brillante trío de actores. Juliette Binoche encarna con decisión a la apasionada Madame La; en su difícil papel, Daniel Auteuil se consagra como uno de los actores más sólidos del cine francés actual; y el cineasta yugoslavo Emir Kusturica se revela como un actor de gran talento en esta su primera actuación delante de la cámara.

Fernando Gil-Delgado

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