¿Cómo sería la vida cotidiana del comandante alemán Rudolf Höss, su esposa Hedwig, sus hijos y familiares durante los cinco años (1940-1945) en los que él dirigió el campo de exterminio de Auschwitz, en Polonia? A esa aterradora pregunta dio respuesta en 2017 el escritor inglés Martín Amis (1949-2023) en su novela La zona de interés. La novela la ha convertido en película el londinense Jonathan Glazer, autor de famosos videoclips y de tres largometrajes potentes y discutidos: Sexy Beast (2000), Reencarnación (2004) y Under the Skin (2013). Tras ganar el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2023, La zona de interés acumula 38 premios y 118 nominaciones, y sigue contando de cara a los Oscar.
Glazer acierta en su opción radical de dejar fuera de campo todo el dantesco infierno que rodea al hogar de los Höss, mostrado con pelos y señales en muchas películas y que aquí sólo se mantiene como una presencia espeluznante a través de fugaces apariciones de las chimeneas del crematorio, angustiosas pesadillas en negativo, tiros, gritos y alaridos dispersos, o detalles tan prosaicos como unas manchas de sangre en las botas del comandante, que son meticulosamente limpiadas por la servidumbre. Todo ello, al tiempo que Rudolf despacha con sus subordinados o con los jefes que vienen a verle, y mientras su familia cuida el jardín, se baña en la piscina y hasta pasea por los alrededores. Y poco más… hasta un poderoso y críptico final.
Lógicamente, tras el impacto inicial –sin anestesia ni aviso– se hace arduo el seguimiento de esa tediosa e insensible cotidianidad, aunque los citados sonidos en off y la inquietante música de Mica Levi impiden que el espectador se olvide del horror que está viendo. En este sentido, La zona de interés genera la misma incomodidad que provocó en 2004 El hundimiento, de Oliver Hirschbiegel, al mostrar a Hitler como un ser humano y no como un monstruo; o que indujo en 2012 Hanna Arendt, de Margarethe von Trotta, donde recrea el calvario que padeció la famosa filósofa judía tras publicar su polémica crónica Eichman en Jerusalén, cuyo subtítulo –Un estudio sobre la banalidad del mal– también define perfectamente La zona de interés. Resulta muy inquietante pensar que cualquiera, movido por la ideología que sea o por su propia mezquindad, pueda acabar cometiendo crímenes atroces sin inmutarse, y hasta ilusionado por su ascenso, mientras da un beso cariñoso a su mujer y lee un cuento a sus hijos.
Jerónimo José Martín
@Jerojose2002