Dinamarca, 1945. Una columna de soldados alemanes derrotados camina de regreso a su país. El sargento danés Rasmussen se da cuenta de que uno de aquellos se lleva una bandera, de recuerdo, y sin dudarlo se le echa encima y le da una paliza: “eso no es tuyo”. Es un excelente prólogo a una gran película ¿bélica?, ¿de denuncia?, profundamente humana. Al final de la guerra quedaron más de dos millones de minas en las playas danesas y, por odio, espíritu de venganza, o incluso por un erróneo sentido de la justicia, fueron los últimos prisioneros alemanes los encargados de limpiar de minas aquellas playas. Nos dicen que de los dos mil soldados encargados de aquel trabajo más de la mitad volaron por los aires.
El director danés Zandvliet, con tan …
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