«Esta película nos ha conmovido a todos, no sólo por las condiciones terribles en las que se ha filmado, sino también porque, a pesar de la tragedia que cuenta, está cargada de humanidad, poesía e, incluso, humor», declaró Mario Vargas Llosa, presidente del jurado que ha concedido la Concha de Oro a la película del iraní Bahman Ghobadi, de 36 años. «Rodé mi tercer largometraje tras un viaje a Irak, con los personajes y los escenarios que encontré allí, en una situación muy peligrosa. Mi guión consistía en tres hojas de palabras clave: campo de refugiados, miseria, guerra, abuso », ha declarado Ghobadi, que optó por actores aficionados que «nunca habían visto cine antes de conocerme. En Kurdistán hay miles de casos como los que reproduce esta obra».
En un campamento de refugiados kurdos, en la frontera Irán-Irak, un espabilado chaval, Kak Satélite, comanda un grupo de niños que se ganan la vida instalando antenas que permitan a los refugiados más pudientes conocer la actualidad informativa (la inminente intervención norteamericana contra el régimen de Sadam Hussein). La otra actividad habitual de la chiquillería es más peligrosa: recogen minas antipersona para revenderlas en el mercado negro. La llegada de tres niños kurdos y su relación con Kak Satélite desvelará los horrores de la guerra.
Ghobadi cuenta su historia con un aplomo visual fascinante, superando la tendencia minimalista de otras películas iraníes al incluir escenas urbanas y de campo en las que intervienen cientos de personas. La autenticidad del estilo documental, la agilidad del montaje y la frescura de las interpretaciones guarda un perfecto equilibrio con la cercanía lírica de unas situaciones de enorme fuerza emocional, bellas y dramáticas, con pequeños apuntes cómicos que proporcionan respiro al espectador.
La película ha ganadao la Concha de Oro y el premio del Círculo de Escritores Cinematográfico en San Sebastián. Una obra magnífica, trágica pero también llena de humanidad.