Con esta barroca narración contada como un puzzle, con saltos en el tiempo, el mexicano de 51 años Guillermo Arriaga se estrena como director. La cinta es un culebrón trágico protagonizado por unos personajes llenos de traumas que practican una especia de determinismo sexual autodestructivo que va enlazando generaciones.
Los personajes -inverosímiles a fuerza de colocarles un embudo por el que se vierte generosamente dolor y degradación- compiten para ver a quien le pasan cosas más truculentas y, al final, gana Charlize Theron, por aquello de ser la actriz con más tirón mediático, y además porque pone su dinero, ya que es productora ejecutiva.
Muchas de estas cosas ya ocurrían en las películas de Iñárritu, pero queda claro que en cintas como Amores perros, 21 gramos y Babel, alguien frenaba a Arriaga. En Lejos de la tierra quemada el director y guionista parece haber hecho lo que ha querido y el resultado es de una llamativa mediocridad, a pesar de la cuidada fotografía y los buenos actores, de la música y las metáforas… La verdad es que termina por importarte más bien poco que las piezas del puzzle encajen o no.