En otoño de 1957 la vida transcurre apacible para la familia Whitaker: Cathy (Julianne Moore), Frank (Dennis Quaid) y sus dos hijos pequeños. Él es un importante ejecutivo de una empresa de electrodomésticos, y ella es la perfecta ama de casa, madre de familia y vecina que organiza fiestas. Es tan ejemplar que una periodista se atrevió a escribir: «Incluso es amable con los negros». Ese mundo idílico se tambalea cuando sale a la luz que Frank es un homosexual reprimido. Cathy intenta ayudar a su marido; van al psiquiatra y Frank acepta el tratamiento: «No voy a dejar que esto destruya mi vida y la de mi familia». Mientras, Cathy encuentra consuelo con Raymond, su jardinero negro. La conducta de Cathy será reprimida por la presión social, tanto de blancos como de negros. Hasta Frank le reprocha su comportamiento.
Lejos del cielo es una obra importante, bien rodada, con grandes interpretaciones y numerosos galardones, más cuatro candidaturas a los Oscar: actriz (Julianne Moore), guión, fotografía y música. Es además un digno homenaje a los melodramas de Douglas Sirk (Escrito sobre el viento, Ángeles sin brillo), y muy particularmente a Sólo el cielo lo sabe, en el que la protagonista es marginada por enamorarse de un hombre de condición social inferior a la suya. Ahora bien, las intenciones de Todd Haynes (Poison, Safe, Velvet Goldmine) van más allá. Al poner sobre un plano de igualdad el racismo y la homofobia pretende decir que, si hoy día aquel racismo profundo sólo despierta desprecio y provoca escándalo ¿por qué iba a ser de otra manera la actitud frente a la homosexualidad? Por eso, la película, entre otras cosas, es una muy inteligente defensa del hecho gay.
Sin duda, hay que poner un sobresaliente a todos los actores; pero la sutileza de sus interpretaciones era digna de mejor causa.
