Dentro de la creciente filmografía sobre las miserias y atrocidades del comunismo en los países del Este de Europa –La vida de los otros, Popieluszko, la libertad está en nosotros, Katyn, Walesa, la esperanza de un pueblo, Ali y Nino…–, comienzan a adquirir cierta entidad los documentales que subrayan el importante papel de san Juan Pablo II en la inesperada caída de esos regímenes dictatoriales durante la década final del siglo XX. Liberando un continente: Juan Pablo II y la revolución de la libertad es uno de los más ambiciosos y contundentes.
La tesis del estadounidense David Naglieri (Guadalupe: el milagro y el mensaje, El rostro de la misericordia) es que el Papa polaco, gracias a su altura personal, moral y espiritual –desplegada en decenas de viajes apostólicos–, y a sus encendidos mensajes a favor de la libertad y la dignidad humana, y de la unidad espiritual de Europa, activó y alentó iniciativas sociales, sindicales y políticas en todos esos países, y especialmente en Polonia, que acabaron por lanzar el jaque mate al comunismo y a su apasionada ateización de Europa.
Esa idea central la desarrolla Naglieri a través de valiosos documentos gráficos y de sustanciales declaraciones de colaboradores de Juan Pablo II –su secretario personal, el cardenal Estanislao Dziwisz, el periodista Joaquín Navarro-Valls–, así como de biógrafos suyos –George Weigel, Norman Davies– y expertos en su figura, como Mons. Slawomir Oder –postulador de su causa de canonización–, el arzobispo de Vilnius Gintaras Grusas, Hanna Suchocka –ex primera ministra de Polonia– o Valdas Adamkus, ex presidente de Lituania.
A alguno quizá le resulten excesivos los muchos elogios que lanza el documental al ex presidente de Estados Unidos Ronald Reagan y al ex presidente de Polonia Lech Walesa, este último ahora discutido en su propio país. En cualquier caso, se compensan en gran medida con los emotivos testimonios de otros activistas del sindicato Solidaridad y del propio cardenal Dziwisz, que afirma con rotundidad que todo ese dinamismo social que generó san Juan Pablo II, sobre todo entre 1979 y 1989, “brotaba de su vida de oración y de su confianza en Dios”.
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