Las andanzas de un grupo de anarquistas durante la guerra civil española. Aranda, a pesar de su apasionamiento ideológico, no logra insuflar aliento épico. Dirección artística, fotografía y música son de lujo, pero se yerra en lo básico: el guión. La evolución de la monja hacia una anarquía que Aranda define como neocristiana, se pinta con trazos débiles, casi ridículos. El retrato del bando sublevado y del clero es risible. La mezcolanza de apuntes chabacanos, irreverentes, espiritistas y esperpénticos, conforman un plato indigesto, extraño. La utopía de las protagonistas se revela vacía, y su feminismo, poco digno de la mujer.
José María Aresté