Desde hace tiempo, y especialmente desde el extraño despido en 2018 de su fundador y director creativo, John Lasseter, Pixar ha ido introduciendo en sus películas la ideología de género y otros detalles políticamente correctos, así como un psicologismo más centrado en la introspección de sus héroes y heroínas que en su anterior despliegue de virtudes morales en pos del bien común. Esas tendencias se consolidan en Lightyear, su nuevo largometraje de animación, presentado como la historia del verdadero guardián espacial que inspiró el entrañable y popularísimo juguete de la magistral saga Toy Story.
En la película, tras un fallido intento de huida, Buzz Lightyear queda atrapado en un planeta hostil a 4,2 millones de años luz de la Tierra, junto con su comandante, la afroamericana lesbiana Alisha Hawthorne, y su tripulación. Entonces, el aguerrido guardián espacial intentará encontrar el camino de regreso a casa a través de peligrosos viajes con hipervelocidad, basados en la denominada dilatación temporal, que duran cuatro minutos para él y cuatro años para sus compañeros. Vivirá así la boda de Alisha con su novia, su embarazo, la vida de su hijo y hasta conocerá a Izzy, la nieta de Alisha, que le presentará a un singular grupo de animosos reclutas y le regalará a Sox, un genial gato-robot asistente. Ellos serán la última esperanza cuando la misión se vea amenazada con la llegada del malvado Zurg y su ejército de despiadados robots.
Tras codirigir con Andrew Stanton en 2016 la notable Buscando a Dory, el veterano animador estadounidense Angus MacLane confirma en solitario su sentido del ritmo y el espectáculo, y despliega una animación digital de primerísima calidad, con personajes divertidos y fondos excelentes, que casi no dan respiro al espectador. Sin embargo, el conjunto no alcanza la frescura, la magia y la conmovedora humanidad de las mejores películas de Pixar, quizás porque su cansina militancia LGTB es demasiado obvia, idílica y acrítica; su trama de aventuras no depara sorpresas relevantes, y las idas y venidas de Buzz en el tiempo y el espacio acaban generando cierta confusión narrativa. Además, este recurso y los perfiles demasiado psicoanalíticos del malvado Zurg quizás alejen la película del público más joven.