La propuesta veraniega de la Disney es la hilarante Lilo & Stitch, dirigida por el novato Dean Deblois -responsable del layout de El Cascanueces, de Paul Schibli- y por Chris Sanders, diseñador de producción de El Rey León y coguionista de Mulán. En la línea delirante de El emperador y sus locuras, Lilo & Stitch es una singular comedia disparatada, de estilo sencillo, y con un tono entre tierno y gamberro.
La acción trancurre en Hawai, y describe la singular amistad que surge entre Lilo -una niña traviesa, fan de Elvis Presley, huérfana de padre y madre, y que vive con su hermana mayor- y Experimento 626, un agresivo bichejo extraterrestre, que fue creado genéticamente para matar y que ha escapado al control de las autoridades espaciales. Lilo adoptará al 626 como si fuera un perrito y le pondrá por nombre Stitch. Los antagonistas serán esta vez dos desastrosos extraterrestres que siguen de incógnito a Stitch y un negro inmenso y siniestro, que dice ser asistente social.
El guión equilibra bastante bien los constantes gags físicos protagonizados por Stitch -muy al estilo slapstick- con las inocentes trastadas de Lilo y con su tragedia infantil, que arranca varias secuencias de gran emotividad dramática y permite una bella reflexión sobre la integración racial y social, nada complaciente y a ratos agradablemente incorrecta. Destaca sobre todo su luminosa visión de la familia -ohana en hawaiano-, definida como «un lugar en el nunca se deja atrás a nadie». Subraya muy bien esta idea la oxigenante partitura musical de Alan Silvestri, completada con bellas canciones hawaianas y con seis temas clásicos de Elvis Presley.
Todo esto eleva la entidad de la historia, resuelta con unos fondos poco elaborados pero sugestivos, y con una sensacional animación de personajes. El suave y estilizado diseño de éstos se aparta de la última línea realista de la Disney, retorna a las redondeces más clásicas y hace guiños al anime japonés -en concreto al naturalismo fantástico de Hayao Miyazaki- y hasta al sugerente esquematismo de los cartoons de la UPA, cuyo popular personaje Mr. Magoo es expresamente homenajeado. Queda así otra fresca bocanada de cine de calidad y divertido que, sin embargo, puede correr la misma (mala) suerte de la estupenda El emperador y sus locuras
Jerónimo José Martín