Poco después de la extraña muerte de una joven en un estanque, una amiga suya recibe un mensaje en su teléfono móvil. El mensaje es su propia voz, indicando el día, la hora y algún detalle de su propia violenta muerte. Dos días más tarde, a la hora anunciada, fallece pronunciando esas mismas palabras y gritos; entonces su móvil se activa y envía un mensaje a un amigo cuyo número está en la agenda del teléfono.
Llamada perdida es un remake de la obra del japonés Takashi Miike, ahora adaptada al público occidental, de mano del director francés Eric Valette (Malefique), y hay que aclarar que el cine de terror japonés pocas veces soporta la traducción al estilo occidental. En este caso concreto la dirección es bastante plana y la actriz principal resulta inexpresiva; Burns, por su parte, está correcto. El guión gana en continuidad respecto del original, que avanzaba a saltos, pero casi todo el tiempo bordea lo ridículo.