Después de cumplir su condena por provocar un incendio, Amador regresa a la pequeña aldea de Lugo donde reside su madre.
A sus 37 años, Oliver Laxe, mitad español, mitad francés –pues sus padres gallegos emigraron a París, donde él nació–, es un niño mimado del Festival de Cannes, que ha exhibido y premiado casi toda su corta filmografía.
Lo que arde es una propuesta cinematográfica tan arriesgada como valiosa. Estamos ante un cine construido con gestos, signos e imágenes. Los diálogos son mínimos pero, aunque hay lagunas narrativas que más de uno agradecería llenar, la sustancia de la historia está bien y suficientemente contada. Lo mismo ocurre con los personajes. En su expresivo silencio, reflejan realidades interiores tan profundas como la culpa, la sospecha o la dificultad de pasar página. Y sobre todas esas realidades, Lo que arde habla de la maternidad. Habla con apenas cinco frases y un personaje que abarca una inmensa sabiduría